Proyecto Muñecas de la Esperanza: Un caso práctico de promoción, participación comunitaria y capacitación en materia de VIH/SIDA

Por Cynthia DavisTraducción por Devon Severson
Dra. Cynthia Davis con participantes en el taller, La Habana, Cuba 2024. Foto de Yolanda Hester.

Introducción

Cuando inicié el Proyecto Muñecas de la Esperanza en la primavera de 1998, no tenía ni idea de que seguiría existiendo 26 años después. Soy profesora adjunta en la Facultad de Medicina y en la Facultad de Ciencias y Salud de la Universidad de Medicina y Ciencias Charles R. Drew (CDU) de Los Ángeles, California. La CDU me contrató en el verano de 1984. La Universidad se creó en 1966 como institución de enseñanza médica de posgrado sin ánimo de lucro en el sur de Los Ángeles, una comunidad principalmente afroamericana, como consecuencia directa de la Rebelión de Watts de 1965. En un principio, me contrataron para desarrollar un proyecto de prevención de embarazos adolescentes financiado por el Estado, pero en 1985 ya había pasado a trabajar en la prevención primaria del VIH/SIDA para hacer frente al tremendo estigma del VIH/SIDA y a los temores de que la enfermedad se extendiera en la comunidad.

Mi trabajo incluía la educación sexual, la educación para la vida familiar, el embarazo adolescente y la prevención, así como la reducción de riesgos relacionados con el VIH/SIDA y la prevención primaria. Pero en 1998, mi enfoque tomó una nueva dirección cuando concebí un proyecto para el Día Mundial del SIDA.

Grupo inicial de voluntarios del proyecto Dolls of Hope, primavera de 1998, sur de Los Ángeles. Cortesía de Cynthia Davis.

Para conmemorar las vidas y muertes de las personas que viven con el VIH/SIDA, la Organización Mundial de la Salud (OMS) creó en 1988 el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA (DMLS). Cada año, el 1 de diciembre, la OMS elige un tema en el que las comunidades de todo el mundo llevan a cabo actividades conmemorativas, programas y campañas para concienciar sobre la crisis del VIH/SIDA. En 1998, el tema fue “La juventud es una fuerza de cambio” y, como soy una ávida coleccionista de muñecas negras, decidí desarrollar un programa WAD en la Universidad, centrado en la elaboración de muñecas de tela hechas a mano para los huérfanos del SIDA.

La crisis mundial del VIH/SIDA

Mi trabajo de prevención primaria del VIH/SIDA me llevaría por todo el mundo. A través de mis viajes internacionales de promoción y educación sobre la crisis del VIH/SIDA, pude conocer y ser testigo de primera mano del devastador impacto de la crisis del VIH/SIDA en todo el mundo y, en particular, en el África subsahariana.

Uno de los momentos que más recuerdo es el viaje que hice a Uganda en diciembre de 1994, con motivo de la primera Conferencia sobre la Mujer y el SIDA, para hablar de un hospicio para enfermos de VIH/SIDA que ayudé a crear en el sur de Los Ángeles en 1991, trabajando con una organización local sin ánimo de lucro, que entonces se llamaba AIDS Hospice Foundation. Durante mi estancia en Uganda, visité orfanatos y conocí a niños que no sólo vivían con el VIH/SIDA, sino que habían perdido a sus padres a causa de esta enfermedad. Me enteré de cómo luchaban por sobrevivir; de nuevo, muchos de ellos estaban infectados por el VIH. En 1996, viajé a la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, que se celebró en Pekín (China). Hice una presentación formal sobre el impacto global del VIH/SIDA en las mujeres. Así, a través de mis viajes internacionales, así como de la comunicación continua con proveedores de Organizaciones de Servicios contra el SIDA, defensores del VIH/SIDA y personas que viven con el VIH/SIDA; estas experiencias me inspiraron, en 1998, a crear un proyecto WAD para hacer muñecas de tela hechas a mano para huérfanos afectados y/o infectados por el VIH/SIDA que viven en el África subsahariana. Llamé al proyecto El Proyecto Muñecas de la Esperanza.

Uganda, África Oriental, verano de 2000. Fabricante de ataúdes junto a la carretera en las afueras de Kampala. Cortesía de Cynthia Davis.

Mi Infancia

Cuando era pequeña, creciendo en los años 50 y 60 en Redlands, California, no recuerdo que mi madre nos comprara muñecas ni a mí ni a mis tres hermanas. Yo quería una muñeca para “jugar a las casitas”, para imitar a mi madre en el cuidado de sus bebés, para cocinar y limpiar la casa y también para contar historias. Mi madre, Annie Beatrice Lewis Callahan, tuvo siete hijos y, desde que tengo uso de razón, yo también quería tener siete hijos cuando fuera mayor y me casara. A una edad temprana, las muñecas me representaban a mí y a mis hermanos y hermanas pequeños, con los que podía jugar, cuidar y criar. Al ser la segunda hija mayor y una niña, tenía muchas responsabilidades. Mi madre era empleada doméstica y estaba mucho tiempo fuera de casa trabajando para familias blancas y ricas de Redlands. Cuando ella no estaba en casa, yo tenía la responsabilidad de levantar a mis hermanos y hermanas por la mañana, hacerles la comida para ir al colegio, asegurarme de que hicieran las tareas, limpiar la casa, cocinar, así como asegurarme de que mis hermanos y hermanas se bañaban por la noche antes de irse a la cama. Esa fue mi rutina durante toda la escuela primaria, secundaria y preparatoria.

Aunque yo no tenía ninguna muñeca con la que jugar, entraba en contacto con ellas cuando visitaba los grandes almacenes Harris, en el centro de Redlands, donde mi madre trabajaba a tiempo parcial en el ascensor y planchando vestidos y blusas de mujer antes de colocarlos en los maniquíes. Cuando paseaba por los almacenes Harris, en la sección de juguetes, veía muñecas de pelo rubio y ojos azules, pero ninguna que se pareciera a mí. En casa, también veía anuncios en la televisión de preciosas “muñecas blancas”, sobre todo durante las fiestas navideñas. No recuerdo que mi madre ni ningún otro miembro de la familia nos comprara muñecas, blancas o negras, a mí o a mis hermanas de pequeñas, ni siquiera de preadolescentes.

Reflexionando sobre mi infancia, también me he dado cuenta de que tener una muñeca con la que jugar me habría dado el espacio necesario para abandonarme a mí misma y realizar una infancia libre de trabajo y responsabilidades de adulto. Sobre todo quería una muñeca a la que pudiera aferrarme y llamar mía, que se pareciera a mí y con la que pudiera jugar siempre que quisiera. Quería una muñeca para contemplar los momentos difíciles y de miedo; una muñeca para expresar amor propio y cariño; una muñeca con la que compartir mis pensamientos y aspiraciones; una muñeca que me ayudara a entender el mundo en el que vivía. Pensaba que una muñeca negra me querría y me aceptaría incondicionalmente; una niña negra que intentaba encontrar su lugar y su misión en un mundo de incertidumbre, injusticia social, prejuicios, racismo y pobreza.

Di a luz a mi única hija, Maisha Ain Teresa Davis, en julio de 1985 y, mientras crecía, iba a propósito a los grandes almacenes y jugueterías en busca de muñecas negras para que jugara con ellas. A mediados de los 80 me costó mucho encontrar muñecas negras en las tiendas locales, pero estaba decidida a que mi única hija tuviera muñecas negras con las que jugar. Pronto acumulé una gran colección de muñecas negras para Maisha durante décadas. Al cabo de los años, me di cuenta de que yo también compraba y coleccionaba muñecas negras para mí, reviviendo y recuperando mi infancia.

Davis con una de sus muñecas hechas a mano, La Habana, Cuba 2024. Foto de Yolanda Hester.

Fabricación de Muñecas

Todos los años, a finales de los 80 y principios de los 90, asistía a la celebración anual de la Black Family Reunion en el Exposition Park de Los Ángeles, patrocinada por la sección local del National Council of Negro Women (NCNW). En este evento anual, había cientos de vendedores, principalmente afroamericanos, que vendían arte negro y africano, ropa y comida. Asistí a este evento principalmente para socializar y comprar arte africano y encontrar muñecas negras para añadir a mi colección de muñecas y a la de Maisha. Fue en la Reunión Anual de Familias Negras de Los Ángeles donde conocí a dos maestras fabricantes de muñecas: Stormy Weather e Ingrid Andrews (nee Humphrey). Estas dos mujeres no solo me enseñaron a hacer muñecas negras, sino que se convirtieron en mis mentoras y amigas de por vida.

Maestra creadora de muñecas, Stormy Weather

Stormy Weather fue la primera Master Doll Maker que conocí y con la que trabajé a partir de 1998. Stormy Weather empezó a hacer muñecas negras en 1996 a la edad de 34 años. Stormy empezó a hacer muñecas negras porque cuando asistía a exposiciones de muñecas, no veía muñecas que representaran realmente a la gente negra; Stormy decía: “Eran “cenicientas” o muy, muy negras”. Empezó a hacer muñecas “Kin Folk”, llamadas así por sus parientes. La madre de Stormy le había enseñado a coser cuando tenía 7 años para “mantener su casa”, ya que era la única niña que vivía en la calle en su barrio de Beaumont, Texas. La madre de Stormy, Patricia Hamilton, era costurera y arreglaba ropa para familias blancas de Beaumont, Texas, y Stormy la ayudaba. Con el tiempo, la familia de Stormy se trasladó a California y Stormy asistió a las universidades locales y obtuvo su título de Diseño de Moda en The Brooks Fashion Institute en Long Beach, California, y una licenciatura en Artes en la Universidad Estatal de California Dominguez Hills en Carson, California. A lo largo de su vida, ha fabricado más de 1.000 muñecas negras. Además de las muñecas Kin Folk, se especializó en las muñecas “Mud Pie”, llamadas así por los Mud Pies que solía hacer de niña cuando jugaba en casa de su abuela. Stormy se jubiló del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles después de 20 años. Actualmente tiene su propia tienda de ropa en Downey, California. Mientras trabajaba para el LAUSD impartiendo clases de diseño de moda, pudo llevar a su clase de diseño de moda a Londres y París para la Semana de la Moda en dos ocasiones.

Muñeca hecha a mano por Stormy Weather, Los Angeles, 2023. Cortesía de Cynthia Davis.

Maestra fabricante de muñecas, Ingrid Humphrey

Ingrid Humphrey es la segunda Maestra de Muñecas con la que empecé a trabajar en 1998. Ingrid es del estado de Florida, pero vivió en California en los años 80 y 90. La conocí en una de las reuniones de verano de la NCNW. La conocí en una de las celebraciones de verano de la Reunión de Familias Negras del NCNW a finales de los 90 en Los Ángeles. Ingrid hace muñecas negras muy estilizadas que reflejan la diversidad entre las personas negras. Sus muñecas, como las de Stormy, son muy “reales” y coloridas. Utiliza mucho los colores y los estampados africanos con sus muñecas y hace que sus rasgos representen ojos grandes y labios grandes, pintados de rojo. También utiliza joyas de fantasía doradas y multicolores. El pelo de las muñecas luce crespo y está hecho de hilo estirado para que parezca natural. Cada una de sus muñecas es única.

Ingrid me contó por qué se interesó por las muñecas negras: “Cuando era pequeña, me di cuenta de que las muñecas afroamericanas, especialmente las de tela, eran muy escasas y nunca imaginé que algún día me convertiría en una artista de muñecas de tela. Mi abuela era costurera profesional, me enseñó a coser a los 9 años. No era lo que más me gustaba hacer de pequeña y sólo tenía paciencia para coser cosas pequeñas y sencillas. Un día estaba curioseando en la sección de arte de una librería y me interesé por las muñecas artísticas. Empecé a hacer muñecas hace 29 años, durante un periodo en el que me estaba recuperando de una lesión en la cabeza. Necesitaba dedicarme a algo que me hiciera feliz”.

“Mis muñecas hermanas están hechas con una variedad de telas de algodón, en su mayoría africanas e indias auténticas, abalorios, baratijas, adornos únicos, seda reciclada y mucha imaginación espontánea. Una amiga me enseñó a hilar y teñir la lana que utilizó para el pelo de las muñecas. También tengo amigos que son artistas de distintos medios, lo que me ayudó a desarrollar una mezcla de técnicas que contribuye a mi creatividad y colorida imaginación.”

Ingrid Humphrey y Davis, Conferencia Internacional sobre el SIDA, Durban, Sudáfrica, 2000. Cortesía de Cynthia Davis.

Cómo inicié el Proyecto Muñecas de Esperanza en 1998

Creé el Proyecto Muñecas de la Esperanza para potenciar los esfuerzos de movilización de la comunidad con el fin de “romper el silencio” en torno al VIH/SIDA en las comunidades negras afectadas, tanto a escala nacional como internacional. Recluté voluntarios para hacer muñecas de tela hechas a mano que luego se distribuían a organismos de todo el mundo que trabajaban con niños, jóvenes y/o mujeres que tenían o estaban afectados por el VIH/SIDA. También proporcionamos muñecas a niños y jóvenes que viven en la pobreza. Hasta la fecha, se han distribuido más de 7.000 muñecas en todo el mundo, en países como: Sudáfrica, Kenia, Senegal, República del Congo, Zimbabue, Uganda, Mozambique, Nigeria, Ghana, Tanzania, Tailandia, India, Brasil, Perú, República Dominicana, Haití, Honduras, México y Cuba.

El Proyecto Muñecas de la Esperanza unió a las comunidades. Al facilitar el intercambio de muñecas entre miembros de la comunidad “no infectados por el VIH” y personas que viven con el VIH/SIDA, pude conectar a estas dos comunidades y, a través de esta “conexión”, reunir a la comunidad en general para abordar no sólo el estigma asociado al VIH/SIDA, sino también el aislamiento y la depresión que a veces sufren las personas que viven con el VIH/SIDA. El Proyecto fue también una vía para el aprendizaje. Cuando empecé el proyecto había mucho miedo y mucha desinformación circulando en la comunidad negra de Estados Unidos y de África, como conspiraciones sobre que el VIH/SIDA era “un virus creado por el hombre” y una forma de genocidio contra las personas negras y otras personas de color. Descubrí que durante mis sesiones de fabricación de muñecas en grupo, podía disipar muchos mitos y desinformación sobre los orígenes del virus y también podía educar a las personas en situación de riesgo, especialmente a las mujeres y niñas negras, sobre su riesgo de contraer el VIH, así como otras ITS.

Los participantes podían quedarse con la muñeca que habían hecho durante el taller o donarla a mi programa. Las muñecas donadas se distribuirían a nivel local y mundial a través de programas de servicios a la comunidad que atienden a jóvenes en situación de riesgo y a niños necesitados. Me había puesto en contacto con varios defensores de la comunidad a nivel local, nacional y mundial que trabajaban, como yo, a nivel de base para enfrentar el racismo estructural e institucional y desarrollar soluciones comunitarias eficaces para reducir la incidencia del VIH en las comunidades BIPOC.

En la primavera de 1998, me enteré de que el tema del Día Mundial de la Lucha contra el SIDA en 1998 era “La juventud, fuerza de cambio”. Decidí por qué no hacer muñecas para los huérfanos del VIH/SIDA como parte de las actividades del Día Mundial del SIDA que se llevarían a cabo en el campus de la Universidad de Medicina y Ciencia Charles R. Drew el 1 de diciembre de 1998. Busqué financiación en un representante farmacéutico local de Burroughs Welcome Pharmaceutical Company y me donaron 5.000 dólares. Decidí solicitar el apoyo de maestros fabricantes de muñecas a los que había conocido en los Festivales Anuales de Reuniones de Familias Negras del NCNW en Los Ángeles a lo largo de los años y a los que había estado comprando muñecas negras durante varios años. Me puse en contacto con Ingrid Humphrey, que vivía en San Diego, California, y la convencí para que manejara desde San Diego durante varios meses hasta el sur de Los Ángeles para impartir los talleres. Le pagué los honorarios de consultoría y la gasolina. Necesitaba voluntarias locales que ayudaran a hacer las muñecas, así que preparé un anuncio de servicio público que se emitió en la emisora de radio KJLH 102.3 FM y publiqué un anuncio en el periódico Los Angeles Times buscando voluntarias que ayudaran a hacer muñecas para regalarlas a los huérfanos del SIDA en África. Un gran número de mujeres del sur de Los Ángeles respondieron y elaboré un calendario mensual en el que empezamos a reunirnos los sábados durante varios meses en una de las sedes de mi programa de educación sobre el VIH/SIDA. Además, con parte de los fondos donados, pude comprar materiales para hacer muñecas, como tela, cuentas, patio, agujas, hilo, etc. Ingrid trajo los cuerpos de las muñecas, ya hechos, así como los trajes y el hilo para el pelo de las muñecas. Ingrid viajó a Los Ángeles dos veces al mes durante varios meses y dirigió los talleres de creación de muñecas con un grupo de mujeres infectadas por el VIH a las que conocía de mi trabajo de prevención primaria del VIH en el sur de Los Ángeles. En el grupo también había mujeres que no estaban infectadas por el VIH, pero que habían escuchado sobre el proyecto y hacían muñecas o querían aprender a hacer muñecas negras. Ingrid vino con el patrón de lo que ella llamaba “Sista Dolls” (Muñecas Hermanita), que tenían alas de ángel pegadas al cuerpo. Las rellenábamos con poly-fill, que parece algodón, las vestíamos con trajes de estampado africano y les poníamos las alas de ángel en la espalda. Una vez más, algunas de las mujeres voluntarias que acudían regularmente eran seropositivas, pero al principio no lo compartían con todo el grupo de voluntarias. Después de trabajar juntas durante varios meses y de estrechar lazos como grupo, las mujeres empezaron a revelar su estado serológico. Y cuando lo hicieron, el grupo más grande de mujeres no infectadas por el VIH las aceptó con amor, preocupación y apoyo; incondicionalmente.

Voluntarios fabricando muñecas de la esperanza en el sur de Los Ángeles, primavera de 1998. Cortesía de Cynthia Davis.

Este primer grupo de voluntarios acabó haciendo más de 300 muñecas en un periodo de seis meses. También teníamos dinero disponible y compramos un par de cientos de muñecas negras y africanas a una vendedora local de muñecas negras; se llama Charlotte Dixon. Cuando se acercaba diciembre de 1998, envié una carta de solicitud a más de 100 agencias de EE.UU. y África sobre el Proyecto Muñecas de la Esperanza, con la advertencia de que si querían participar, tendrían que enviarme muñecas hechas por personas de sus comunidades infectadas por el VIH y que yo les enviaría las muñecas que hacíamos en nuestros talleres. Respondieron unas 30 agencias y recibimos a cambio principalmente muñecas de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) ubicadas en Uganda. Así, el 1 de diciembre de 1998, se celebró una ceremonia de WAD en el campus de la CDU, a la que asistieron más de 100 residentes de la comunidad. Un miembro de la Comisión Asesora Presidencial de EE.UU. sobre el VIH/SIDA de la época, que casualmente vivía en Los Ángeles, asistió a nuestro programa y habló en la ceremonia. Además, el Coordinador contra el SIDA de la ciudad de Los Ángeles, el Sr. Fred Egan, asistió al acto y pronunció unas palabras de bienvenida. Durante el programa, se hicieron presentaciones en conmemoración de las personas que viven con el VIH/SIDA en nuestra comunidad, así como en conmemoración de las personas de nuestra comunidad que habían fallecido a causa del VIH/SIDA. Muchas personas seropositivas y no seropositivas acudieron a esta celebración inaugural de la CDU WAD sin sentir miedo, vergüenza, estigmatización o aislamiento.

Celebración Mundial del SIDA, 1/12/98. Fred Egan, Coordinador contra el SIDA de la ciudad de LA y Cynthia Davis con «Sista Dolls». Cortesía de Cynthia Davis.

Utilicé los talleres del Proyecto Muñecas de la Esperanza no sólo para hacer muñecas, sino también para educar a la comunidad sobre la prevención primaria del VIH/SIDA y para disipar la desinformación sobre el VIH, especialmente sobre cómo se transmitía el virus y a quién afectaba principalmente la transmisión de la enfermedad. En aquella época había mucha desinformación sobre el VIH/SIDA, sobre quiénes eran los principales afectados y teorías conspirativas según las cuales el VIH era un virus “creado por el hombre”. Aproveché la ocasión para desmentir esos mitos.

Cuando WAD terminó en diciembre de 1998, pensé que el proyecto se acabaría, pero no fue así. A medida que se corría la voz en la comunidad negra sobre las muñecas, empecé a recibir peticiones para realizar más talleres del Proyecto Muñecas de la Esperanza en el sur de Los Ángeles. Estas solicitudes procedían de escuelas primarias, secundarias y preparatorias, iglesias, hermandades, grupos de apoyo y otras organizaciones sin ánimo de lucro. Además, presenté una propuesta para educar a los defensores del VIH/SIDA sobre el proyecto en la Conferencia Internacional sobre el SIDA del año 2000, que se iba a celebrar en Durban, Sudáfrica. Mi propuesta fue aceptada para ser presentada en forma de póster. Estaba entusiasmada. Conseguí financiación para asistir a la conferencia, así como fondos suficientes para llevar conmigo a Ingrid Humphrey, que me ayudaría a impartir un taller del Proyecto Muñecas de Esperanza. Además de la sesión de carteles, Ingrid y yo organizamos un taller de medio día sobre Muñecas de Esperanza en el que participaron más de 60 asistentes a la conferencia, tanto hombres como mujeres de todo el mundo. También elaboré un cuaderno de trabajo sobre cómo desarrollar un Proyecto de Muñecas de la Esperanza e hice copias para distribuirlas entre los asistentes al taller. Esta primera Conferencia Internacional sobre el SIDA, a la que asistí en el año 2000 para promover y educar al mundo sobre el Proyecto Muñecas de la Esperanza, fue un gran éxito.

Conferencia Internacional sobre el SIDA, Durban, Sudáfrica, 2000. Cortesía de Cynthia Davis.

Unos años más tarde, me aceptaron otra propuesta que destacaba el proyecto en la Conferencia Internacional sobre el SIDA de 2004, celebrada en Bangkok (Tailandia). En Bangkok, pude llevar conmigo a un marchante de arte sudafricano y a dos maestras sudafricanas fabricantes de muñecas. Mi colega sudafricana se inscribió para tener un puesto de exposición para vender arte africano y me recomendó a dos sudafricanas para que me acompañaran a impartir el taller de fabricación de muñecas. Mientras yo daba instrucciones sobre cómo hacer muñecas de tela, las dos maestras sudafricanas daban instrucciones sobre cómo hacer muñecas “Beaded Ndebele” de Sudáfrica. El taller también fue un gran éxito y me permitió entrar en contacto con un grupo de profesionales de la salud que viajaban anualmente a Honduras. Me invitaron a Honduras en 2007 para impartir talleres con mujeres que viven con el VIH/SIDA. Además, me pidieron que impartiera talleres sobre sexo seguro en la comunidad garífuna1Los garífunas son un pueblo mestizo: africanos liberados e indígenas americanos que emigraron a Honduras desde la isla caribeña de San Vicente y hablan garífuna y han mantenido sus tradiciones culturales africanas. local dirigidos a poblaciones de riesgo. También realicé presentaciones en un instituto local y en la isla de Roatán, donde impartí talleres sobre sexo seguro dirigidos a los garífunas que viven en la isla.

ICA, Bangkok, Tailandia, 2004. Cortesía de Cynthia Davis.
Honduras, San Pedro Sula, verano de 2007. Niña que recibió una muñeca de la esperanza. Cortesía de Cynthia Davis.

Trekking por África

Uganda 2000, Niños recibiendo Muñecas de la Esperanza en un centro comunitario local. Cortesía de Cynthia Davis.

Al final de la Conferencia Internacional sobre el SIDA de 2000 en Sudáfrica, pasé varias semanas con un reportero gráfico viajando de Sudáfrica a África Occidental. El objetivo era relacionarme con fabricantes locales de muñecas africanas que trabajaban en cooperativas de fabricación de muñecas, así como comprar muñecas africanas para mi colección personal. Viajé a los siguientes países: Uganda, Zimbabue, Nigeria, Ghana, Sierra Leona, Costa de Marfil, Senegal y luego volé de vuelta a casa. Durante mi viaje de un mes por África, compré muñecas africanas de todo tipo y representativas de diversas tribus y tradiciones culturales, así como arte africano. También intenté relacionarme con el mayor número posible de mujeres y hombres africanos seropositivos y proveedores de servicios que dirigían ONG para combatir la propagación del VIH/SIDA entre sus comunidades. Visité albergues, bares, casas de prostitución, escuelas y orfanatos para enfermos de VIH/SIDA, compartiendo mi experiencia en la prevención primaria del VIH/SIDA y aprendiendo sobre las tradiciones culturales de la fabricación de muñecas africanas, sobre cómo los africanos se implicaban en la prevención primaria del VIH/SIDA y en la defensa de sus derechos, y sobre la situación de las mujeres y las niñas, que sufren la mayor carga de VIH/SIDA del continente.

Poniendo los materiales en el William Grant Still Art Center, Los Angeles, 2022. Cortesía de Cynthia Davis.

Fui testigo de cómo la tradición de la fabricación de muñecas africanas estaba sufriendo el impacto negativo de la alta mortalidad por VIH/SIDA entre las mujeres que habían transmitido su tradición de fabricación de muñecas de generación en generación. Durante este tiempo, muchas fabricantes de muñecas africanas habían muerto de VIH/SIDA y/o estaban infectadas por el VIH/SIDA y muchas mujeres jóvenes, incluso sus hijas y sobrinas, no estaban interesadas en continuar con la tradición. Los más jóvenes se centraban en cómo sobrevivir a la pandemia del VIH/SIDA por todos los medios y la fabricación de muñecas no era una prioridad para ellos en ese momento. Cuando iba a una cooperativa de fabricación de muñecas en Sudáfrica para comprar muñecas tradicionales Ndebele, sólo veía mujeres mayores y de edad avanzada en estas cooperativas y no mujeres más jóvenes que recibían tutoría y formación en el arte de la fabricación de muñecas africanas.

Viaje a Cuba

Davis con participantes en un taller en La Habana, Cuba, 2024. Foto de Yolanda Hester.

En 2006 y 2007, viajé a Cuba para aprender sobre el sistema de salud cubano con un grupo de profesionales de la salud del sur de Los Ángeles. Estos viajes fueron financiados por la California Wellness Foundation con la intención de que los profesionales de la salud identificaran modelos dentro del sistema de salud cubano que pudieran ser replicados en el sur de Los Ángeles una vez que regresáramos a casa. Durante mi estancia en Cuba, repartí muñecas entre los niños con los que estuve en contacto, así como entre grupos de jóvenes locales, y llevé a cabo un taller del Proyecto Muñecas de Esperanza en un centro local para la tercera edad afiliado a un centro de salud mental.

En Cuba, en 2007, tenían una estructura bien organizada a nivel nacional, provincial y municipal para combatir la propagación del VIH/SIDA. Nuestro grupo visitó el Centro Territorial de Prevención de ETS y VIH/SIDA, donde entrevisté al personal sobre la prevención primaria del VIH/SIDA.2Centro Territorial de Prevención de ETS y VIH/SIDA, «La función principal de las personas del sector salud, independientemente de los profesionales de la salud, es preparar y capacitar a los facilitadores con la información que necesitan para salir a la comunidad a educar e informar a la población sobre la prevención del VIH/SIDA.

La tasa de prevalencia del VIH en adultos en Cuba en 2007 se estimaba en torno al 0,07%, una de las más bajas del mundo y sin duda la más baja de la región.Tres de los principales modos de transmisión en otras naciones, la transmisión de madre a hijo, la transmisión por transfusión sanguínea y por consumo de drogas intravenosas, eran prácticamente inexistentes en Cuba. En cambio, el contacto sexual representaba aproximadamente el 99% de todos los casos. En términos de sexualidad, Cuba ha seguido una trayectoria casi opuesta a la norma. La mayoría de los primeros casos de VIH diagnosticados se produjeron entre hombres heterosexuales, pero la enfermedad se extendió después a la comunidad gay a medida que el contacto sexual entre hombres empezó a propagar la enfermedad. En 2007, los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres (HSH) eran uno de los grupos de mayor riesgo, y representaban alrededor del 86% de los hombres infectados por el VIH en Cuba.

Con la creación del Grupo de Trabajo para el Enfrentamiento y la Lucha contra el Sida, el gobierno y las organizaciones no gubernamentales crearon medidas integrales para combatir la enfermedad. En primer lugar, Cuba prohibió la importación de todos los productos sanguíneos humanos y destruyó los suministros potencialmente infectados, eliminando de hecho la transmisión del VIH a través de transfusiones de sangre. A continuación, el país ofreció pruebas del VIH a gran escala para los cubanos que habían viajado al extranjero y podían haber traído la enfermedad de vuelta al país. Las medidas más importantes sirvieron para prevenir la transmisión sexual, concretamente mediante programas de educación, exámenes médicos y la admisión de personas seropositivas en centros de salud especializados llamados Sanatorios. Estos Sanatorios fueron algo controvertidos en su momento, sobre todo por las posibles violaciones de los derechos humanos. Aunque muy aislado a finales de la década de 1980, el programa mejoró significativamente, proporcionando salidas para la integración social y múltiples niveles de atención para las PVVS en Cuba»

Estos viajes a Cuba en 2006 y 2007 me dieron inspiración porque aprendí mucho sobre el sistema de salud cubano y sobre cómo el gobierno cubano había conseguido frenar la propagación del VIH en la isla en los años 80 y 90 participando en amplios esfuerzos de movilización comunitaria para educar e informar a la comunidad sobre cómo protegerse de contraer el VIH y otras ITS. También aprendí cómo el gobierno cubano involucra a comunidades enteras en la defensa de medidas de salud pública que son vitales. En febrero de 2024, regresé a Cuba como académica de la Residencia Contours: ArteCalle, donde formé parte de un grupo de más de 20 mujeres, entre las que se encontraban académicas, estudiantes universitarias, maestras artistas de muñecas y entusiastas de las muñecas, que participaron en un programa de intercambio cultural transnacional entre artistas de muñecas negras cubanas y entusiastas de las muñecas negras de todo el Diáspora. Este programa de intercambio cultural fue patrocinado por el Departamento de Artes Teatrales de la Universidad de Minnesota. Durante los nueve días que estuvimos en Cuba, participamos en talleres de fabricación de muñecas y conocimos los programas locales de compromiso comunitario y justicia social de los fabricantes de muñecas cubanos negros para mejorar la vida de las mujeres y las niñas, así como sus para apoyar a los miembros de la comunidad LGBTQ+ en Cuba. También visitamos una antigua plantación de esclavos y un centro juvenil local, y participamos en varios actos culturales que culminaron con una exposición de arte comunitario y un festival de música y danza en un centro LGBTQ+ local cerca de La Habana. Fue muy gratificante volver a Cuba después de 17 años y comprobar la resistencia del pueblo cubano tras más de 60 décadas de embargo impuesto por Estados Unidos. Conocí el Proyecto La Muneca Negra, desarrollado por la artista local de muñecas Margarita Montalvo, que ha trabajado en solitario para reunir a mujeres y niñas de su comunidad local con el fin de ofrecerles oportunidades de generación de ingresos y empleo, así como para capacitarlas para mejorar su vida y la de sus familias participando en actividades de justicia social y autocapacitación. Estoy deseando volver a Cuba para seguir desarrollando asociaciones con las numerosas personas y grupos con los que he interactuado durante este programa de intercambio cultural.

Davis con Margarita Montalvo, Directora del Proyecto La Muñeca Negra en La Habana, Cuba, 2024. Foto de Yolanda Hester.

Exposición de muñecas negras

En 2016, me pidieron que comisariara la Exposición Anual de Muñecas Negras en el Centro de Arte William Grant Still de Los Ángeles, California. Un centro de arte comunitario financiado por la ciudad que lleva más de 40 años en la comunidad. Al principio dudé porque nunca había comisariado una exposición de arte, pero decidí aceptar el reto. La exposición se celebró desde mediados de diciembre de 2015 hasta febrero de 2016 y se tituló «Retrospectiva del arte de trinchera: mujeres de la diáspora africana en las trincheras luchando contra el VIH/sida». Entre las organizaciones asociadas se encontraban: William Grant Still Art Center, Charles R. Drew University, Black Women for Wellness, ABACT Women’s Sub-Committee, AIDS Healthcare Foundation, In The Mean Time Men’s Group, His Sheltering Arms y Alcoholism Center for Women. Los objetivos de la exposición sobre el VIH/SIDA eran múltiples:

  1. Centrarse en el impacto negativo que la pandemia del VIH/SIDA ha tenido y sigue teniendo en las mujeres y niñas de la diáspora africana,
  2. Romper el silencio que rodea al VIH/SIDA en la comunidad negra,
  3. Facilitar la capacitación de las PVVS y otros miembros de la comunidad en situación de riesgo para hacer frente de forma proactiva al estigma, la vergüenza, el aislamiento y el miedo relacionados con la enfermedad, y
  4. Aumentar la concienciación sobre la importancia de la prevención del VIH/SIDA. Aumentar la concienciación sobre la importancia de conocer el propio estado serológico y, si se es seropositivo, facilitar la búsqueda inmediata de tratamiento médico, atención y apoyo.

Mi programa móvil de pruebas del VIH proporcionó pruebas del VIH y pidió al personal de la División de Salud Pública de la AIDS Healthcare Foundation (AHF) que estuviera presente en su camioneta móvil para ayudar con las pruebas rápidas del VIH el día de la inauguración de la Exposición de Arte, que fue el 12 de diciembre de 2015.

El acto destacó el impacto del VIH/SIDA en las mujeres y niñas de la diáspora africana. Se expusieron muñecas negras, así como altares, colchas, una colcha del Proyecto Nacional Nombres, esculturas y avances de vídeo de documentales relevantes centrados en las mujeres negras y el VIH/SIDA.

El día de la inauguración, el 12 de diciembre, el programa comenzó a las 14.00 horas, con una visita al centro de arte y a la exposición. A las 15.00 horas, hubo una mesa redonda con varias mujeres que viven con el VIH/SIDA y, a continuación, una sesión de preguntas y respuestas. De 15:00 a 16:00, hubo una recepción con comida y los asistentes pudieron seguir viendo las obras de arte y las muñecas. Más adelante en el mes, el 19 de diciembre, realicé un taller del Proyecto Muñecas de Esperanza con residentes de la comunidad y mujeres y niñas en riesgo, donde hicieron muñecas de tela hechas a mano que fueron entregadas a mujeres y niñas en riesgo y/o mujeres y niñas que viven con VIH/SIDA en Los Ángeles. El 9 de enero de 2016, CDU y AHF patrocinaron los documentales «Why Us, Left Behind And Dying» y «Wilhelmina’s War», ambos documentales enfocados en el impacto del VIH/SIDA en la comunidad afroamericana. El 23 de enero de 2016, dirigí otro taller del Proyecto Dolls of Hope .

Toda esta programación se llevó a cabo en colaboración con el personal del Centro de Arte William Grant Still. Once (11) artistas se comprometieron a exponer sus obras y/o muñecas en la exposición. Entre los artistas se encontraban: Floyd Bell, Stormy Weather, Ingrid Humphrey, Gary Jones, Ofelia Esparza, Allison Allen, Bernard Hoyes, Ramsess, Joey Terrill, Yolanda González y yo misma.

Varios cientos de residentes de la comunidad asistieron a la inauguración, y muchos más acudieron a ver la exposición durante los dos meses que duró la muestra. El Centro de Arte William Grant Still está abierto al público y es gratuito. Se calculó que 100 personas pasarían semanalmente por el centro de arte para ver la exposición. La CDU y la AHF elaboraron anuncios de servicio público y comunicados de prensa para animar al público a visitar la exposición. También conté con la ayuda del departamento de redes sociales de la AHF para promocionar el evento en las múltiples plataformas de redes sociales de la AHF.

Nunca había oído hablar del término «arte de trinchera», pero me enteré de su significado en una conversación con un colega de la Facultad de Ciencias y Salud de la CDU. Se denomina «arte de trinchera» a los recuerdos y otras piezas de «arte» elaboradas a mano por soldados, prisioneros de guerra o incluso civiles con balas o casquillos usados durante la guerra. Se cree que el arte de trinchera se originó con la llegada de la Primera Guerra Mundial, así como durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam. Durante la Primera Guerra Mundial, los soldados que se encontraban en las trincheras acumulaban estas balas o casquillos vacíos y creaban «objetos» con ellos, desde artefactos abstractos hasta simples objetos personales cotidianos como ceniceros, cuchillos, anillos, jarrones e incluso relicarios y alfileres (ficha sobre el arte de trinchera). Así es como se originó el término. Los soldados utilizaban estos casquillos gastados depositados en las trincheras mientras luchaban en el campo de batalla y hacían «arte» con ellos.

La exposición Trench Art fue muy inspiradora. Lo más destacado de la exposición fue un mural que encargué a partir de una escena de una película sobre el VIH/SIDA en Sudáfrica. La película se titula «Angels in the Dusk» (Ángeles en el crepúsculo) y se centra en la vida de varios huérfanos del VIH/SIDA en Sudáfrica en el momento álgido de la pandemia. En una escena de la película, se está celebrando un funeral y hasta donde alcanza la vista en el horizonte hay lápidas de tumbas. Pedí a un artista local de Los Ángeles que recreara esa escena de la película en una sección de la exposición en la que pintamos los nombres de activistas y defensores locales e internacionales del VIH/SIDA que yo había conocido y/o con los que había trabajado durante décadas y que habían muerto a causa del VIH/SIDA. Personas de Los Ángeles como Marilyn Howell, James Hill, Lonzie Moore, Elma Colbert, etc. La lista continúa después de 39 años.

En 2023, el Proyecto Muñecas de la Esperanza fue invitado a participar en una Exposición Nacional de Arte sobre el VIH/SIDA que se celebró en Atlanta, Georgia, del 23 de junio de 2023 al 15 de octubre de 2023. Esta exposición estaba comisariada por un artista y escritor llamado Matt Terrell y el título de la Exposición de Arte era «The Living Room, San Francisco, 1986». Se llamó «The Living Room» porque en 1986, la congresista Nancy Pelosi puso su «Living Room» a disposición del defensor y activista gay Cleve Jones y sus amigos en San Francisco, donde acudieron para confeccionar paneles de colchas en conmemoración de sus amigos fallecidos a causa del VIH/SIDA. Este esfuerzo de movilización de la comunidad por parte de Cleve Jones y sus amigos evolucionó hasta convertirse en la Colcha Conmemorativa del SIDA del Proyecto Nombres, que hoy consta de más de 48.000 paneles y pesa aproximadamente 54 toneladas. La exposición de arte se celebró en un centro comunitario local de Atlanta llamado Fulton County Emma Darnell Aviation Community Cultural Center, donde organicé un taller del Proyecto Muñecas de la Esperanza el día de la inauguración, el 23 de junio de 2023.

Muñecas de la Esperanza hoy

Durante los últimos 26 años, el Proyecto Muñecas de la Esperanza se ha implementado sin interrupción y he podido mantener e implementar el proyecto basándome en donaciones privadas, así como pagando personalmente de mi bolsillo para mantener el proyecto. En el verano de 2023, recibí una generosa subvención de 100.000 dólares del Consejo de las Artes de California para mejorar la implementación de los talleres del Proyecto Muñecas de la Esperanza dirigidos a las comunidades con escasos recursos médicos del sur de Los Ángeles. Desde octubre de 2023, he estado facilitando talleres mensuales del Proyecto Muñecas de la Esperanza por todo el sur de Los Ángeles en escuelas y organizaciones comunitarias para abordar el estigma que todavía se asocia con el VIH/SIDA en la comunidad negra y marrón después de 45 años.

Desde su creación, se han distribuido más de 7.000 Muñecas de la Esperanza en todo el mundo. El Proyecto Muñecas de la Esperanza ha contribuido a reducir el miedo, la vergüenza, el aislamiento y el estigma asociados al VIH/SIDA a escala local, nacional e internacional. He llevado a cabo talleres del Proyecto Muñecas de la Esperanza por todo Estados Unidos, incluyendo Oakland, California; Riverside, California; Culver City, California; Jackson Mississippi; Harlem, Nueva York; Fort Lauderdale, Florida; Chicago, Illinois; Fort Myers, Florida; Columbus, Ohio; Los Ángeles, California; y Sacramento, California, por nombrar algunas de las ciudades a las que he viajado en Estados Unidos. Y a escala internacional, las muñecas han alegrado a numerosos niños y jóvenes de todo el mundo allí donde se han fabricado y/o difundido.

A través del Proyecto Muñecas de la Esperanza, llevo más de 26 años consecutivos trabajando de forma proactiva para frenar la oleada de VIH/SIDA en las comunidades de color a escala nacional y mundial. Incluso he incorporado la fabricación de altares en el Proyecto Muñecas de la Esperanza gracias a la amistad con una artista de instalaciones llamada Beverly Heath, que me enseñó a hacer altares y muñecas como forma de curación y autocuidado hace más de 27 años.

El Proyecto Muñecas de la Esperanza no sólo ha contribuido a sostener y sacar a la luz el arte de la fabricación de muñecas negras y la importancia de mantener y sostener esta tradición cultural en la comunidad negra, sino que también ha permitido a la comunidad infectada por el VIH/SIDA, así como a la comunidad afectada por el VIH/SIDA en general, tender puentes de esperanza y compartir el amor incondicional y el respeto por todos los seres humanos, independientemente de su estado serológico respecto al VIH/SIDA.

Muñequeras Margarita Montalvo y Cynthia Davis, La Habana, Cuba, 2024. Foto de Yolanda Hester.

El Proyecto Muñecas de la Esperanza ha demostrado lo que una persona decidida puede hacer cuando cuenta con el apoyo de una comunidad más amplia que se centra en mejorar la calidad de vida de las personas que carecen de servicios médicos, así como en trabajar de forma proactiva para tender puentes entre las culturas y para trabajar de forma proactiva en la deconstrucción del racismo estructural e institucional en todas sus iteraciones y manifestaciones. En todo mi trabajo de compromiso con la comunidad, especialmente en la tutoría de las futuras generaciones de profesionales de la salud pública. Intento inculcarles la importancia de creer en el «poder de uno». Una persona puede marcar una diferencia significativa en el mundo cuando está motivada por el amor incondicional a su comunidad y a la humanidad.

“La Luta Continua”: Peace.


Cynthia Davis es profesora adjunta y directora de programas en la Facultad de Medicina y la Facultad de Ciencias y Salud de la Universidad de Medicina y Ciencias Charles R. Drew. En 1986, se pidió a Davis que dirigiera uno de los primeros programas financiados con fondos federales de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades dirigido a la comunidad afroamericana. En 1988, el profesor Davis fue contratado por la AIDS Hospice Foundation, actualmente denominada AIDS Healthcare Foundation (AHF), y tras un año de esfuerzos de movilización de la comunidad, en 1991 se inauguró un nuevo hospicio, denominado Carl Bean Hospice, en el sur de Los Ángeles. Davis se incorporó a la Junta Directiva de AHF en diciembre de 1988. En la actualidad, AHF es la mayor organización de servicios contra el sida del mundo, con más de 2 millones de clientes en 48 países, 15 estados y el Distrito de Columbia en EE.UU. En 1998, Davis desarrolló, como proyecto del Día Mundial del Sida, el Proyecto Muñecas de la Esperanza, que consiste en fabricar muñecas de tela hechas a mano para entregarlas a organismos que trabajan con niños, jóvenes y mujeres afectados o infectados por el VIH/sida a escala local, nacional e internacional. Hasta la fecha, se han distribuido más de 7.000 Muñecas de la Esperanza en Sudáfrica, Senegal, República del Congo, Zimbabue, Kenya, Uganda, Mozambique, Nigeria, Ghana, Tanzania, Tailandia, India, Brasil, Perú, Honduras, República Dominicana, México, Haití y Cuba, así como por todo Estados Unidos. Davis actualmente enseña en el programa Urban MPH de la CDU en el Colegio de Ciencias y Salud, así como dirige el Proyecto de Alcance de Salud Móvil de la Universidad (MoHOP); uno de los primeros «Programas de Medicina de la Calle» desarrollados en los Estados Unidos en 1991. En 2017, el College of Science and Health creó el «Cynthia Davis Lifelong Learning Institute for Community Transformation», que alberga numerosos programas de servicio comunitario que la Dra. Davis ha desarrollado y mantenido durante los últimos 40 años de trabajo en el sur de Los Ángeles.


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    Los garífunas son un pueblo mestizo: africanos liberados e indígenas americanos que emigraron a Honduras desde la isla caribeña de San Vicente y hablan garífuna y han mantenido sus tradiciones culturales africanas.
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    Centro Territorial de Prevención de ETS y VIH/SIDA, «La función principal de las personas del sector salud, independientemente de los profesionales de la salud, es preparar y capacitar a los facilitadores con la información que necesitan para salir a la comunidad a educar e informar a la población sobre la prevención del VIH/SIDA.

    La tasa de prevalencia del VIH en adultos en Cuba en 2007 se estimaba en torno al 0,07%, una de las más bajas del mundo y sin duda la más baja de la región.Tres de los principales modos de transmisión en otras naciones, la transmisión de madre a hijo, la transmisión por transfusión sanguínea y por consumo de drogas intravenosas, eran prácticamente inexistentes en Cuba. En cambio, el contacto sexual representaba aproximadamente el 99% de todos los casos. En términos de sexualidad, Cuba ha seguido una trayectoria casi opuesta a la norma. La mayoría de los primeros casos de VIH diagnosticados se produjeron entre hombres heterosexuales, pero la enfermedad se extendió después a la comunidad gay a medida que el contacto sexual entre hombres empezó a propagar la enfermedad. En 2007, los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres (HSH) eran uno de los grupos de mayor riesgo, y representaban alrededor del 86% de los hombres infectados por el VIH en Cuba.

    Con la creación del Grupo de Trabajo para el Enfrentamiento y la Lucha contra el Sida, el gobierno y las organizaciones no gubernamentales crearon medidas integrales para combatir la enfermedad. En primer lugar, Cuba prohibió la importación de todos los productos sanguíneos humanos y destruyó los suministros potencialmente infectados, eliminando de hecho la transmisión del VIH a través de transfusiones de sangre. A continuación, el país ofreció pruebas del VIH a gran escala para los cubanos que habían viajado al extranjero y podían haber traído la enfermedad de vuelta al país. Las medidas más importantes sirvieron para prevenir la transmisión sexual, concretamente mediante programas de educación, exámenes médicos y la admisión de personas seropositivas en centros de salud especializados llamados Sanatorios. Estos Sanatorios fueron algo controvertidos en su momento, sobre todo por las posibles violaciones de los derechos humanos. Aunque muy aislado a finales de la década de 1980, el programa mejoró significativamente, proporcionando salidas para la integración social y múltiples niveles de atención para las PVVS en Cuba»